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INTRODUCCIÓN
 
Toda estructura debe reunir las condiciones adecuadas de
seguridad, funcionalidad y durabilidad, con objeto de que
pueda rendir el servicio para el que ha sido proyectada.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La vida útil de una estructura depende de una compleja
serie de factores, todos los cuales deben ser considerados
en la fase de proyecto: unos porque afectan directamente a
dicha fase (tipología estructural, valor de los recubrimientos,
etc.) y otros, porque deben originar un conjunto de
prescripciones a detallar en el Pliego por el Proyectista.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La Guía de Durabilidad del CEB ofrece la denominada
Ley
de De Sitter
 o
Ley de los Cinco
, que ilustra bien la influencia
que cada una de las fases del proceso constructivo ejerce
sobre la vida útil de una estructura. Según esta Guía, el
proceso de degradación se puede resumir en cuatro fases:
 
1ª. Fase de buen comportamiento, que será tanto más
dilatada cuanto más correctamente se haya proyectado y
construido la estructura.
2ª. Fase de precorrosión, en la que la carbonatación y los
iones cloruro comienzan a llegar al acero. Si se identifica el
problema, puede intervenirse con carácter preventivo.
3ª. Fase de corrosión local activa, en la que aparecen
fisuras, manchas de óxido, etc. Son necesarios trabajos de
reparación y mantenimiento.
4ª. Fase de corrosión generalizada, en las que las
reparaciones necesarias son de una gran envergadura.
 
Según la
Ley de De Setter
, 1€ gastado en proyectar y
construir correctamente la estructura en la fase 1ª, es tan
eficaz como 5€ gastados en la fase 2ª, o como 25€ en la
fase 3ª, o como 125€ en la fase 4ª, de lo que se puede
concluir que la forma más económica de conseguir una
prolongada vida útil, es proyectar la estructura
correctamente desde el principio, y ejecutarla correctamente
después.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INFLUENCIA DEL TIPO DE AMBIENTE
 
Uno de los requisitos básicos para proyectar estructuras
teniendo en cuenta los aspectos derivados de la durabilidad,
consiste en adoptar todas las medidas que sean necesarias
para garantizar la vida útil prevista, en función de las
condiciones ambientales donde se encuentre ubicada la
construcción.
 
El tipo de ambiente viene definido por el conjunto de
acciones físicas y químicas al que la estructura va a estar
sometida, las cuales pueden llegar a provocar su
degradación con el tiempo.
 
La Instrucción española para el hormigón armado EHE,
clasifica los elementos de estructuras marinas, por encima
del nivel de pleamar y los elementos exteriores de
estructuras situadas en las proximidades de la línea costera
(a menos de 5 km) como de ambiente tipo IIIa, como en el
caso de la obra de referencia.